sábado, 21 de septiembre de 2019

Poder arbitrario versus ciudadanía que se impone sus propias normas



Luis Fernando Gómez Gutiérrez

Septiembre 21 de 2019

Los sectores que se oponen a las acciones políticas para prevenir y controlar las enfermedades crónicas no transmisibles, con frecuencia soportan sus argumentos en dos rasgos propios del pensamiento liberal: a) la defensa a ultranza de las libertades negativas, entendidas como la ausencia de coerción por parte de la sociedad para impedir la acción de un individuo, y b) su tendencia a oponerse a visiones de bien de carácter colectivo (Gaus et al, 2018). En el área de la prevención y control de enfermedades crónicas no transmisibles, esta perspectiva se expresa en la oposición vehemente de la industria y de sus aliados, a cualquier medida que incremente los impuestos, restrinja la publicidad y promoción de productos nocivos para la salud, como el alcohol, tabaco y las bebidas y comestibles ultra-procesados. Estas acciones, que son las más efectivas en el área, son consideradas por estos actores como un atentado a las libertades individuales.

Cuando me refiero a los opositores a estas medidas incluyo, no solamente, a las industrias que elaboran estos productos sino, además, a funcionarios públicos de alto rango que comparten esta visión minimalista del papel del Estado, propia del liberalismo libertario (Lamont et al, 2017; Nozick, 1974).   

El pensamiento liberal acierta cuando se opone a la imposición de una visión de bien. En salud pública, podemos tener la tentación de recomendar e implementar acciones políticas, sin tener en cuenta la legitimidad social de las mismas. Bajo esta perspectiva, solo sería suficiente contar con la evidencia científica acerca de la eficacia y efectividad de las medidas propuestas[i]. Esta mirada prescriptiva de la salud pública es éticamente insostenible debido, entre otros aspectos, a que desconoce el derecho que tiene una comunidad política a formular sus propias leyes y políticas.

En una trampa similar caen los funcionarios públicos y los sectores de la industria que reducen el problema de las enfermedades crónicas no transmisibles, a decisiones individuales inadecuadas. Para ellos, el Estado es un Leviatán o un mal necesario, cuyas funciones se deben circunscribir a garantizar seguridad, proteger la propiedad y velar por la seguridad jurídica de los contratos entre agentes privados (Lamont et al, 2017; Nozick, 1974). Los que defienden esta perspectiva minimalista de Estado, tienden a eludir la relevancia de la libertad de expresión, que es quizá el valor más importante del pensamiento liberal; sin este, los movimientos sociales que abogaban por la prevención del consumo del tabaco, no hubieran podido generar el poder comunicativo para impulsar diversas acciones políticas dirigidas a regular esta industria (Sebrié et al, 2012).

Es necesario distinguir entonces, entre la coerción emanada de un poder arbitrario y la regulación propuesta por una comunidad política que se impone su propia ley a partir de un acuerdo razonado. La ciudadanía legitima y obliga, al reconocer el derecho que tiene cada persona a decidir con otros las normas que van a regir la vida comunitaria (Meyer & Hinchman, 2007). Bajo este abordaje propuesto por la democracia deliberativa, el temor de los liberales libertarios acerca de la intromisión indebida del Estado en asuntos relacionados con la salud humana está zanjada y no tiene pertinencia.

Referencias

Gaus, G., Courtland, S., Schmidtz, David. (2018). Liberalism. En: The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Disponible en: https://plato.stanford.edu/archives/spr2018/entries/liberalism/

Lamont, J., Favor, C. (2017). Distributive Justice. En The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Disponible en: https://plato.stanford.edu/archives/win2017/entries/justice-distributive/

Meyer, T., Hinchman L. (2007) The theory of social democracy. Cambridge: Polity Press.

Nozick, R. (1974) Anarchy, state and utopia. New York: Basic Books.

Sebrie, E. M., Schoj, V. Travers, M. J., McGaw, B. y Glantz, S. A. (2012). Smokefree
policies in Latin America and the Caribbean: Making progress. International Journal of Environmental Research and Public Health, 9(5), 1954-1970.




[i] La ciencia ha sido fundamental para la salud pública, pero no debe ser el único criterio para llevar a cabo acciones políticas en el área. El cientificismo es antidemocrático, debido a que desconoce la relevancia del conocimiento no científico y de las consideraciones éticas y morales acerca de cómo las personas desean vivir sus vidas.


viernes, 13 de septiembre de 2019

¿Libertad de expresión o una estrategia de Philip Morris para bloquear regulaciones que restrinjan el uso del cigarrillo electrónico?


Luis Fernando Gómez Gutiérrez

13 de septiembre de 2019

El pasado 12 de septiembre la Universidad de los Andes llevó a cabo un seminario titulado “Reducción del daño en tabaquismo”.  En las imágenes que se divulgaron del evento en twitter, aparecían los nombres de dos ejecutivas de Philip Morris. Varios profesores de esta universidad, me informaron que ellas fueron las únicas ponentes y que el encuentro fue cerrado.

Se puede colegir por el título del seminario que el tema central fue el cigarrillo electrónico, el cual ha encendido las alarmas en el área de la salud pública ante los demoledores reportes epidemiológicos del creciente número de casos de neumonitis en los Estados Unidos relacionados con su uso (1,2). Ante esta evidencia preliminar, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades recomiendan evitar su consumo (2). En términos políticos, esta evidencia plantea la necesidad de generar fuertes regulaciones a este sector de la industria.

El hecho de que una de las transnacionales del tabaco más grande del planeta tenga la oportunidad exponer sus argumentos “académicos”, acerca de cómo reducir el daño del mismo producto que elabora, genera todo tipo de suspicacias. Bajo esta estrategia comercial, que sin duda es muy exitosa económicamente, podríamos ver en el futuro a la compañía farmacéutica Perdue Pharma ofreciendo un medicamento para “reducir el daño” del consumo de opioides.

Por fortuna y, gracias a un oportuno trino de Johnattan Garcia, este evento fue conocido a nivel público y ha propiciado una intensa discusión entre académicos y personas interesadas en temas de salud pública. La mayoría de las personas que defienden su realización recurren a un argumento aparentemente incuestionable: las universidades deben acoger todas las posturas y garantizar la libertad de expresión. A este respecto Mill afirma en su libro “Sobre la libertad” que una de las mayores injusticias que puede cometer la sociedad y el Estado es prohibir la libertad de expresión, porque la mayoría considera que los argumentos son lesivos. Mill arguye que si la opinión que se censura es correcta, se priva a la sociedad de conocer la verdad y de beneficiarse de esta. Si la opinión es errónea, la verdad quedaría reducida a un dogma (3). Estoy de acuerdo con esta postura, lo que quizá los organizadores de este evento no entienden es que Mill se refiere a debates libres e igualitarios entre ciudadanos, no a la discusión restringida y sesgada con una transnacional cuyos productos generan un gran sufrimiento humano.

La libertad de expresión es una condición fundamental para que dos o más personas, tematicen acerca de un asunto relacionado con la salud humana y tengan la posibilidad de conectarse con un público más amplio que busca impulsar una acción legislativa o iniciativa política, dirigida a prevenir enfermedades y promocionar la salud. Para acercarnos a esta situación discursiva ideal, es necesario que los participantes en una deliberación razonada, expresen sus posturas de acuerdo a lo que realmente piensen (4) y no, en este caso, a lo que dicte Philip Morris. Si algo ha caracterizado a la industria del tabaco y algunos sectores industriales que han emulado sus estrategias, son las tácticas engañosas para desacreditar la evidencia científica e interferir los procesos de abogacía en salud pública, todo con el propósito de evitar la implementación de regulaciones que van en contra de sus intereses económicos (5,6).



Declaro no tener conflictos de intereses.
Entidades que han financiado proyectos de investigación y consultoría, en los cuales he participado: Bloomberg Philanthropies, UNICEF, IUHPE, OPS, IDRC, EMBARQ, Colciencias, Fundación Ciudad Humana, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Washington en Saint Louis, Ministerio de salud y protección social de Colombia, Secretaría de salud de Bogotá.


Referencias

1. Layden JE, Ghinai I, Pary I, Kimball A et al. Pulmonary illness related to E-Cigarette use in Illinois and Wisconsin – Preliminary report. N Engl J Med. 2019, 6.

2. Schier JG, Meiman JG, Layden J, Mikosz CA et al. Severe pulmonary disease associated with electronic-cigarette-product use – Interim guidance. MMWR. Morb Mortal Wkly Rep 2019;68:787-790. Disponible en: https://www.cdc.gov/mmwr/volumes/68/wr/mm6836e2.htm#suggestedcitation

3. Mill, JS. (2002) On liberty. New York: Dover publications, Inc.

4. Habermas, J. (2002). Teoría de la acción comunicativa. Racionalidad de la acción y racionalización social (vols. I y II). Mexico: Taurus.

5. McDaniel PA, Malone RE. Understanding Philip Morris´s pursuit of US goverment regulation of tobacco. Tobacco Control 2004;13(Suppl I):41-47.

6. Landman A, Glantz SA. Tobacco industry efforts to undermine policy-relevant research. Am J Public Health. 2009;99:45-58.