Luis
Fernando Gómez
En una reciente
entrevista, el presidente ejecutivo de Nestlé en Chile, Leo Leiman, afirmó lo
siguiente con respecto al etiquetado nutricional de advertencias implementado
en 2016[*]:
“La ley es algo interesante, innovador y ha sido exportado. No es algo malo”.
El señor Leiman mencionó, además, que Nestlé tiene la intención de producir
“hamburguesas vegetarianas” con quinua y otro tipo de productos “saludables”,
reduciendo los contenidos de nutrientes críticos como la sal y los azúcares
adicionados (1). El hecho de que un alto ejecutivo de una de las mayores
corporaciones transnacionales de productos ultra-procesados en el mundo, se
transforme en un aparente aliado de la salud pública genera muchas suspicacias
acerca de sus verdaderas intenciones.
Nestle u
otras transnacionales pueden disminuir, por ejemplo, el contenido de azúcares
adicionados en sus “cereales” para evitar la presencia de octágonos de
advertencia, pero esto no significa que sus productos se tornen saludables. Más
allá de los altos contenidos de azúcares, grasas saturadas y altas densidades
calóricas, el consumo habitual de comestibles ultra – procesados tiene un
efecto potencial en la ingesta calórica y ganancia de peso. Estos son los
hallazgos principales de un estudio experimental, pionero en el área de la
nutrición, el cual encontró que las personas que consumieron un patrón de dieta
ultra - procesada durante dos semanas, tuvieron en promedio un exceso diario en la
ingesta de 500 kilocalorías y una ganancia de 0,9 kilos en el tiempo de exposición, con respecto a las
personas que consumieron un patrón de dieta basada en alimentos no procesados o
mínimamente procesados (2). Además de este estudio, dos investigaciones recientes reportaron una relación entre un alto consumo de comestibles ultra-procesados
y un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte prematura (3,4). En
otras palabras, la evidencia indica lo que ya sabíamos desde hace varias
décadas en América Latina: la promoción de una alimentación saludable está
basada en la producción y consumo de alimentos frescos y diversos.
No hay duda
de que las medidas implementadas en Chile para reducir el consumo de los
productos ultra-procesados más nocivos para la salud, son quizá una de las
políticas en el área de la alimentación más destacadas en el mundo. Uno de los
aspectos más novedosos y mejor concebidos en la legislación chilena, es la
articulación entre sus cuatro componentes básicos: a) advertencias presentes en
la parte frontal de los paquetes de comestibles, b) restricciones de publicidad
dirigidas a la población infantil, c) regulaciones en los entornos alimentarios
escolares y d) educación nutricional (5,6). Por ejemplo, si un producto tiene
un octágono de advertencia, este no puede ser publicitado en la población
infantil u ofertado en escuelas y colegios.
Me atrevo a
identificar dos escenarios posibles a largo plazo con respecto a estas acciones
políticas. En el primero, se daría una disminución del consumo de comestibles
ultra-procesados y un incremento significativo de alimentos no procesados, como
leguminosas, verduras y frutas. Es altamente probable, dada la evidencia
científica actual, que este cambio de patrón de dieta generaría importantes
beneficios en la salud poblacional (7). Este escenario requiere acciones
políticas adicionales para incrementar la producción, oferta y promoción de
alimentos no procesados en las poblaciones con la mayor vulnerabilidad social[†].
El segundo escenario
estaría dado por el incremento de comestibles ultra-procesados reformulados,
los cuales evitarían las regulaciones contempladas en la legislación chilena.
Así, el consumo de "cereales" con exceso de azúcares adicionados sería
reemplazado por otros productos de su mismo tipo con edulcorantes no calóricos.
El contenido de aditivos, cuyos efectos potenciales en salud generan
preocupación, no sería modificado. Para evitar la disminución de sus ventas, la
industria recurriría a agresivas estrategias publicitarias en niños y adultos. Un
estudio que evaluó el nivel de reformulación desde febrero de 2015 a febrero de 2016 (6 meses antes de la puesta en
marcha de la legislación chilena), encontró una disminución de menos del 5% en los
promedios de los nutrientes críticos (8); sin embargo, es importante aclarar
que este y otros indicadores de porcentajes de exceso de nutrientes críticos de
productos ofertados en el mercado no se corresponden, necesariamente, con el consumo.
Es decir, el porcentaje de reformulación pudo haber sido bajo en el primer año,
pero los pocos productos que evitaron las regulaciones, habrían tenido mayores
volúmenes de venta y consumo en la población general. En este sentido, un
reporte generado a partir de los datos de la industria de bebidas chilena,
mostró una tendencia creciente en las ventas de bebidas “saludables” en el
periodo comprendido entre 2011 y 2016 (9).
Un estudio
cuasiexperimental publicado recientemente acerca del impacto que ha tenido la
legislación chilena en los entornos alimentarios escolares, brinda algunas
pistas adicionales acerca de los desafíos de la implementación de este tipo de
intervenciones. La evaluación contempló mediciones antes y después en los quioscos
o tiendas de 21 escuelas públicas de la ciudad de Santiago. La primera medición
fue en diciembre de 2014 y la segunda en el mismo mes de 2016, seis meses
después del inicio de la implementación de las regulaciones contempladas en la
legislación. El estudio encontró que la disponibilidad de comestibles que
tenían niveles excesivos de azúcares totales, grasas saturadas, sodio y
densidad calórica, disminuyó de un 90,4% a 15% en el periodo de estudio[‡].
La mayor reducción en la oferta fue en los productos de panadería (38,5% a
4,7%). Llama la atención, sin embargo, que la oferta de bebidas –
presumiblemente con edulcorantes no-calóricos- se incrementó significativamente
(24,3% a 41,1%). La oferta de frutas y verduras pasó de un 0,8 a 3,5% (6). Los
resultados de esta evaluación indican que las acciones políticas implementadas
en Chile están teniendo un profundo impacto en la modificación de la oferta de
comestibles ultra-procesados. En los próximos meses y años se contará con
evidencia adicional, que permita conocer el efecto de la legislación chilena en
la oferta y patrones de consumo de alimentos no procesados.
Si bien la
reformulación no debe ser el objetivo principal de una agenda dirigida a
promocionar una alimentación saludable, es importante destacar la necesidad de
disminuir los contenidos de sal en los productos procesados y ultra-procesados.
De acuerdo al Estudio de Carga Global de Enfermedad, el consumo excesivo de sal
es uno de los principales factores de riesgo vinculados con carga de enfermedad
en el mundo (10). Se estima que es posible reducir el consumo hasta en un 40%
en productos de panadería y en un 70% en carnes procesadas, sin alterar de una
manera significativa la aceptación de estos productos (11). Adicionalmente, la eliminación de las grasas trans industrializadas es una
prioridad global, la cual tendría un efecto significativo en la reducción de la
mortalidad cardiovascular (12).
¿Qué debemos
plantear en Colombia a partir de la experiencia chilena? La implementación de un
etiquetado de advertencias articulado con otras acciones políticas, como la
restricción de la publicidad de comestibles ultra-procesados, la regulación de
entornos alimentarios e impuestos saludables, debe ser una prioridad de salud
pública en todos los países de la región. Sin embargo, estas iniciativas deben
ser complementadas con acciones que incrementen la producción y oferta de
alimentos no procesados. Debemos emprender, además, amplias deliberaciones
sociales soportadas en estrategias de marketing social, dirigidas a tener un
mayor respaldo ciudadano de asociaciones de madres y padres de familia,
docentes, sectores campesinos y pequeños expendedores de frutas y verduras.
Referencias
2. Hall KD, Ayuketah A, Brychta R, Cai H, Cassimatis
T, Chen KY, Chung ST, Costa E, Courville A, Darcey V, Fletcher LA et al. Ultra-Processed
Diets Cause Excess Calorie Intake and Weight Gain: An Inpatient Randomized
Controlled Trial of Ad Libitum Food Intake. Cell Metabolism. 2019; 30, 1–11.
5. Corvalán C, Reyes M, Garmendia ML, Uauy R.
Structural responses to the obesity and non-communicable diseases epidemic:
Update on the Chilean law of food labelling ad advertising. Obesity Reviews
2018;1-8.
6. Massri C, Sutherland S, Kallestal C, Peña S. Impact
of the food-labeling and advertising law banning competitive food and beverages
in Chilean Public School, 2014-2016. Am J Public Health. Published online ahead
of print.
7. Aune
D, Giovannucci E, Boffetta P, Fadnes LT,
Keum N, Norat T, Greenwood DC, Riboli E, Vatten LJ, Tonstad. Fruit and
vegetable intake and the risk of cardiovascular disease, total cancer and all
cause mortality. A systematic review and dose-response meta-analysis of
prospective studies. International Journal of Epidemiology. 2017;1-28.
8. Kanter R, Reyes M, Vandevijvere S, Swinburn B,
Corvalán C. Anticipatory effects of the implementation of the Chilean law of
food labeling and advertising on food and beverage producto reformulation.
Obesity Reviews 2018;1-12.
10. GBD 2017 Diet Collaborators. Health effects of
dietary risks in 195 countries, 1990-2017: a systematic analysis for the Global
Burden of Disease Study 2017. Lancet. 2019;393:1958–72.
11. Jaenke R, Barzi F, McMahon E, Webster J,
Brimblecombe J. Consumer acceptance of reformulated food products: A systematic
review and meta-analysis of salt-reduced foods. Crit Rev Food & Sci Nu tr.
2017;57(16):3357–3372.
12. Vandevijvere
S, Vanderlee L. Effect of formulation, labelling, and taxation policies on the
nutritional quality of the food supply. Current Nutrition Reports. 2019
Nota: Esta nota ha sido concebida a
partir de las lecturas que incluyo en las referencias y de los múltiples
debates con académicos y personas pertenecientes a las organizaciones de la
sociedad civil. Deseo reconocer, especialmente, a Mercedes Mora y Rubén Orjuela.
[*] El sistema de etiquetado nutricional
chileno utiliza octágonos negros para advertirle a las personas la existencia
de niveles elevados de grasa saturada, sodio, azúcares totales y densidad de
energía.
[†]
Los procesos de transición nutricional documentados en América Latina en las
últimas tres décadas, han mostrado que en el transcurso del tiempo, las
prevalencias de sobrepeso y obesidad se incrementan significativamente en las
personas de estrato socio-económico bajo y disminuyen en los sectores sociales
más privilegiados.
[‡]
Este resultado fue calculado a partir de la aplicación de los puntos de corte contemplados
en la primera fase de la ley chilena.