miércoles, 27 de junio de 2018

Interferencia de la industria de bebidas y comestibles ultra-procesados a través de agendas de investigación en el área de la actividad física



Luis Fernando Gómez Gutiérrez

En esta breve nota, deseo plantear algunas reflexiones acerca de cómo la financiación de grupos académicos en el área de la actividad física, por parte de la industria de bebidas y comestibles ultra-procesados, genera interferencia en procesos de abogacía dirigidos a implementar políticas para prevenir la obesidad desde el área de la alimentación.

Un modo de vida que involucre actividades que requieran movimiento corporal genera múltiples beneficios en la salud y el bienestar humano. El informe reciente del comité de expertos de las Guías de Actividad Física 2018 de los Estados Unidos, destaca que, además de los conocidos beneficios de la actividad física en la prevención de las enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y diversos tipos de cáncer, existe evidencia fuerte que la vincula a una mejor calidad del sueño y a un incremento del desempeño ejecutivo en la realización de actividades que requieran atención, así como a una disminución del riesgo de aparición de depresión (1). Adicionalmente, las políticas públicas que promocionan actividad física, están estrechamente conectadas con las agendas globales de desarrollo urbano sostenible y mitigación del cambio climático global (2).

Si bien la disminución del gasto de energía por actividad física es uno de los factores que explica la actual epidemia de obesidad en el mundo, la evidencia indica que el incremento de la ingesta calórica de bebidas y comestibles ultra-procesados tiene un peso mayor en la aparición de este problema. La obesidad es una condición crónica multifactorial y está estrechamente vinculada con inequidades sociales y económicas de diferente orden (3).

A pesar de esta evidencia, la industria de bebidas y comestibles ultra-procesados ha recurrido a una manipulación del concepto de balance de energía*; lo cual se ilustra en la conformación de la Red Global de Balance de Energía en el año 2015 (en inglés: Global Energy Balance Network). Esta iniciativa fue liderada por reconocidos profesores de universidades estadounidenses, entre los cuales se destacó Steven Blair de la Universidad de Carolina del Sur. Dos pronunciamientos de esta red generaron cuestionamientos desde su inicio. El primero fue desestimar la evidencia con respecto a los vínculos entre bebidas azucaradas y obesidad. El segundo, relacionado con el anterior, fue plantear que la solución del problema se limitaba a la promoción de la actividad física. Después de una intensa presión social por parte de grupos académicos y organizaciones de la sociedad civil, los miembros de la red reconocieron públicamente la financiación de Coca Cola (4,5).  

En el contexto latinoamericano, la industria ha promocionado la idea de que si se realiza actividad física se puede lograr fácilmente un balance de energía, lo cual les permitiría a las personas consumir cualquier cantidad de bebidas y productos comestibles ultra-procesados. Este engaño se ilustra en la campaña publicitaria de Coca Cola denominada “149 calorías”, la cual fue promocionada en México a través de múltiples canales de marketing durante el año 2013. En esta, se mostraba la imagen de una joven que montaba bicicleta con una botella de Coca Cola, con el mensaje: “149 calorías para disfrutar 22 minutos de bicicleta”. La organización El Poder del Consumidor denunció esta estrategia publicitaria, a partir de un hecho contundente: la botella de la bebida era de 600 mililitros, la cual contiene 252 Calorías y no 149 como lo afirmaba la pieza publicitaria (6,7). A partir de este y otros mensajes engañosos, la Procuraduría Federal del Consumidor le ordenó a Coca Cola la suspensión de esta campaña publicitaria (8).

Teniendo en cuenta el Compendio de Actividad Física liderado por la profesora Barbara Ainsworth, el uso habitual de bicicleta para propósitos recreativos o utilitarios a velocidades menores a 16 kilómetros por hora, genera un gasto promedio de energía de 4,9 Calorías por minuto (9). La ingesta de 252 Calorías provenientes de una gaseosa requeriría aproximadamente 51 minutos de uso de bicicleta, sin tener en cuenta otros factores biológicos relacionados con el incremento del apetito y la baja compensación dietaria de la bebidas azucaradas (10). En este sentido, la evidencia indica que el consumo habitual de bebidas azucaradas está asociado a un mayor riesgo de obesidad, aun después de ajustar por actividad física y otras variables (11,12).

A partir de este enfoque poco riguroso de abordar el concepto de balance de energía, la industria de bebidas y productos comestibles ultra-procesados, ha financiado investigaciones en el área de la actividad física y nutrición. Esta iniciativa se enmarca dentro de una estrategia más amplia que busca propiciar una percepción favorable de la industria ante la opinión pública y ganar aliados en el mundo académico, con el propósito último de bloquear cualquier acción de salud pública que vaya en contra de sus intereses económicos (13).

Un estudio reciente llevado a cabo por Serodio et al, encontró que 907 investigadores publicaron 389 estudios financiados por Coca Cola entre los años 2008 a 2016 y solo el 4,6% de ellos habían sido incluidos en la lista de “transparencia” de Coca Cola. Adicionalmente, esta revisión encontró que los tópicos que más se abordaban en los estudios eran la actividad física, el sedentarismo y aquellos relacionados con el balance de energía (14).    

¿Por qué estos vínculos entre la industria y la academia le hacen daño a la salud pública? En primer término, una sociedad que valora la ética del discurso antepone la relevancia de la veracidad expresiva en sus deliberaciones sociales, la cual se presenta cuando “la intención expresada por el hablante coincide realmente con lo que este piensa” (15). Este principio es violado cuando los investigadores financiados por la industria no declaran conflictos de intereses, degradando la calidad de los debates públicos al prestarse como voceros de la industria, sin que la sociedad lo sepa. Sin veracidad expresiva el público no puede juzgar si los académicos que se oponen a una acción política, como por ejemplo el incremento del impuesto a las bebidas azucaradas, lo hacen por convicción soportada en argumentos racionales o porque reciben apoyo de una corporación que se opone a la medida (16).

Por otra parte, cuando sectores de la academia deciden aceptar financiación de la industria de las bebidas azucaradas y comestibles ultra-procesados, la comunidad que defiende la salud pública pierde aliados valiosos. Es probable que una importante proporción de estos investigadores, podrían estar dispuestos a apoyar las acciones políticas para promocionar una alimentación saludable, si no tuvieran este tipo de vínculos y conflictos de intereses.

Finalmente, la financiación de estudios por parte de la industria genera, de manera irresponsable, un ambiente de incertidumbre acerca de asuntos en los cuales hay un amplio consenso por parte de grupos académicos independientes. Es claro que el vínculo entre academia e industria tiene el riesgo de generar investigaciones con resultados amañados. En una amplia revisión liderada por Bes-Rastrollo se encontró que los estudios que examinaban la relación entre consumo de bebidas y obesidad, tenían 5 veces más posibilidades de no reportar asociación cuando las investigaciones eran financiadas por la industria, con respecto a aquellas que no lo eran (17). La evidencia acerca de los efectos adversos que tienen los azúcares adicionados en la salud humana, se ha construido a partir de los primeros trabajos llevados a cabo por John Yudkin en la década de 1950 y se consolidó en las recomendaciones que generó la Organización Mundial de la Salud en 2015 acerca del tema (18,19).

¿Qué acciones se podrían plantear para contrarrestar esta interferencia de la industria a través de la academia? En primer término, es necesario exigir declaración de conflictos de intereses, no solo en los artículos científicos y eventos académicos, sino además, en audiencias públicas que se lleven a cabo en órganos legislativos, entrevistas en medio de comunicación y columnas periodísticas. En el año 2016, en el contexto de la discusión del impuesto a las bebidas azucaradas, diversos académicos que se oponían a esta medida recurrieron a argumentos similares a la industria y la gran mayoría no manifestaron si tenían vínculos o no con este sector empresarial. En este caso, es necesario visibilizar públicamente esta situación y plantear un debate público acerca del grave daño que genera, no solo para la salud pública, sino además, para una democracia, la no declaración de conflicto de intereses.   

Por otra parte, es necesario sostener un diálogo franco y respetuoso con los investigadores que, de manera a veces ingenua, han recibido apoyo de la industria. Los argumentos éticos y científicos que soportan las acciones políticas por las cuales estamos abogando, son lo suficientemente sólidos para convencerlos acerca de la conveniencia de romper vínculos con la industria. Las agendas en el área de la salud pública deben ser interdependientes y no deben entrar en contradicciones que son éticamente insostenibles. Sería inaceptable, por ejemplo, que los sectores que defendemos el derecho a una alimentación saludable, recibiéramos el apoyo de un sector de la industria automotriz que se oponga a iniciativas para promocionar el transporte activo o mejorar la seguridad vial.       


* El balance de energía es la relación entre la ingesta calórica proveniente de los alimentos y productos comestibles y el gasto de energía generado por diferentes procesos metabólicos, entre los que se destaca la actividad física.

A manera de posdata: Si bien no se ha podido demostrar un vínculo directo entre el presidente electo de Colombia Iván Duque y la industria de bebidas azucaradas, llama la atención los argumentos a los cuales recurrió para oponerse al impuesto a las bebidas azucaradas en 2016, los cuales fueron muy similares a los que ha utilizado está industria desde hace varios años (ver video: https://www.youtube.com/watch?v=lDKkCDO_0Uo). En su declaración Iván Duque magnificó el problema de la inactividad física y subestimó, sin ningún tipo de evidencia, la relación entre el consumo de bebidas azucaradas y obesidad. ¿Esta declaración fue preparada con el apoyo de académicos afines a la industria? Queda la duda.   

Declaro no tener conflictos de intereses.

Entidades que han financiado proyectos de investigación y consultoría, en los cuales he participado: Bloomberg Philanthropies, UNICEF, IUHPE, OPS, IDRC, EMBARQ, Colciencias, Fundación Ciudad Humana, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de Washington en Saint Louis, Ministerio de salud y protección social de Colombia, Secretaría de salud de Bogotá.



Referencias
1. 2018 Physical Activity Guidelines Advisory Committee. 2018 Physical Activity Guidelines Advisory Committee Scientific Report. Washington, DC: U.S. Department of Health and Human Services, 2018.
2. Global action plan on physical activity 2018–2030: more active people for a healthier world. Geneva: World Health Organization; 2018. Licence: CC BY-NC-SA 3.0 IGO.
3. Popkin BM, Reardon T. Obesity and the food system transformation in Latin America. Obes Rev. 2018. [Epub ahead of print]
4. Serodio PM, McKee M, Stuckler D. Coca-Cola – a model of transparency in research partnership? A network analysis of Coca Cola research funding (2008-2016) Public Health Nutrition: 21(9), 1594–1607.
5. O’Connor A (2015) Coca-Cola funds scientists who shift blame for obesity away from bad diets. The New York Times, 9 August. https://well.blogs.nytimes.com/2015/08/09/coca-cola-funds-scientists-who-shift-blame-for-obesity-away-from-bad-diets/ (consultada el primero de junio de 2018).
6. Calvillo A. Exigimos retiro inmediato de publicidad de Coca-Cola (2013). El poder del consumidor. Disponible en: http://elpoderdelconsumidor.org/saludnutricional/exigimos-retiro-inmediato-de-publicidad-de-coca-cola/ (consultada el primero de junio de 2018)
7. Calvillo A. Crónica de una campaña engañosa (2013). El poder del consumidor. Disponible en: http://elpoderdelconsumidor.org/saludnutricional/cronica-de-una-campana-enganosa-las-infelices-149-calorias-de-coca-cola/ (consultada el primero de junio de 2018)
8. Calvillo a. Es retirada campaña multimillonaria de Coca Cola. Disponible en:
9. Aisnworth BE, Haskell WL, Herrman SD, Meckes N, Bassett DR, Tudor-Locke C, Greer JL, Vezina J, Whitt-Glover MC, Leon AS. 2011 Compendium of physical activities: a second update of codes and MET values. Med Sci Sports Exerc. 2011;34(8):1575-81.
10. Cassady BA, Considine RV, Mattes RD. Beverage consumption, appetite, and energy intake: what did you expect? Am J Clin Nutr 2012;95(3):587-593.
11. Te Morenga L, Mallard S, Mann J. Dietary sugars and body weight: systematic review and meta-analyses of randomised controlled trials and cohort studies. British Medical Journal 2013; 346: e7492
12.      Malik VS, Pan A, Willett WC, Hu FB. Sugar-sweetened beverages and weight gain in children and adults: a systematic review and meta-analysis. Am J Clin Nutr 2013; 98(4): 1084-102.
13. Brownell KD, Warner KE. The perils of ignoring history: Big tobacco played dirty and millions died. How similar is big food? The Milbank Quaterly. 2009;87(1):259-294.).
14. Serodio PM, McKee M, Stuckler D. Coca-Cola – a model of transparency in research partnership? A network analysis of Coca Cola research funding (2008-2016) Public Health Nutrition: 21(9), 1594–1607.
15. Habermas, J. (2002). Teoría de la acción comunicativa. Racionalidad de la acción y racionalización social (vol. I). Mexico: Taurus.
16. Gómez LF. (2017). Democracia deliberativa y salud pública. Bogotá: Editorial Javeriana.
17. Bes-Rastrollo M, Schulze MB, Ruiz-Canela M, Martinez-Gonzalez MA.  Financial Conflicts of Interest and Reporting Bias Regarding the Association between Sugar-Sweetened Beverages and Weight Gain: A Systematic Review of Systematic Reviews. PLoS Med 2013;10(12): e1001578. 
18. Yudkin J Diet and coronary thrombosis: Hypothesis and fact. Lancet 1957;273(6987):155-162.
19. Guideline: Sugars intake for adults and children. Geneva: World Health Organization; 2015.

miércoles, 20 de junio de 2018

¿Qué nos espera en materia de prevención de enfermedades crónicas no transmisibles en el gobierno del presidente electo Iván Duque? En esta nota de blog planteo una breve reflexión acerca de la relevancia de los movimientos contrahegemónicos en el área de la salud pública



Luis Fernando Gómez Gutiérrez

Junio de 2018


Cuando era senador el presidente electo Iván Duque, lideró una campaña en contra de los impuestos a las bebidas azucaradas recurriendo a argumentos que no estaban soportados por evidencia científica robusta. Esta y otras posturas que ha formulado acerca de diversos asuntos públicos, hacen suponer que el Doctor Duque es un ferviente adepto del liberalismo libertario propuesto por Robert Nozick. En esta línea de pensamiento filosófico, la salud es un proyecto individual y por lo tanto no es necesario implementar políticas públicas para prevenir condiciones crónicas asociadas a la obesidad.

Teniendo en cuenta este antecedente, los ciudadanos que defendemos el derecho a la salud - particularmente en el área de la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles - debemos estar preparados para un periodo de gobierno que posiblemente le dará poca prioridad a diversos desafíos de salud  a los que se enfrenta la sociedad.

Ante este panorama, es adecuado destacar la relevancia que tienen para la salud pública los movimientos contrahegemónicos. La socióloga Nancy Fraser ofrece un marco teórico acerca de este tema, que se resume en los siguientes párrafos tomados del libro “Democracia deliberativa y salud pública” que publiqué en 2017:

“Nancy Fraser (1990) ofrece una visión teórica complementaria a la de Habermas que permite entender cómo los procesos deliberativos dan la posibilidad de avanzar en consensos sociales y en acciones concretas para disminuir inequidades sociales relacionadas con salud. La autora plantea que la teoría política liberal asume erróneamente la posibilidad de concebir la democracia a partir de estructuras sociales y económicas inequitativas. Esta premisa va en
contra de la supuesta igualdad, en términos de participación política, que se
propugna en las democracias liberales, debido a que los grupos subordinados
no tienen la posibilidad de que se escuchen sus reclamos.”

“Ante este escenario, Fraser cuestiona la idea de una esfera pública amplia e integrada y propone, por el contrario, que en sociedades muy inequitativas como las latinoamericanas se debe propiciar la pluralidad de grupos sociales, que esta autora denomina como contrapúblicos, los cuales permiten que surjan deliberaciones acerca de asuntos eludidos por la sociedad. En este mismo sentido, Joshua Cohen plantea que, cuando existen inequidades en la representación política, se requiere estimular la conformación de movimientos sociales por aquellos que están excluidos (2009, p. 66). … Precisa, además, que su intención está lejos de pregonar una mirada posmoderna de la multiplicidad. Por el contrario, la intención nuevamente es permitir que las voces de los grupos marginados de la sociedad puedan ser escuchadas en las deliberaciones públicas.”

Fraser plantea además que  “.., los movimientos feministas que abogaban en contra de la violencia de género representaban una voz aislada y marginal de la esfera pública, lo que se reflejaba, a su vez, en el hecho de que esta fuera asumida como un asunto privado. En este escenario, los grupos feministas conformaron un movimiento civil contrahegemónico, a partir del cual diseminaron una mirada de la violencia doméstica, como un rasgo sistémico y ampliamente aceptado por una sociedad predominantemente machista. Los esfuerzos persistentes de estos movimientos civiles, que se expresaban en múltiples y permanentes deliberaciones en la esfera pública, permitieron que sus reivindicaciones adquirieran notoriedad pública y comenzaran a ser objeto de regulación por parte de los gobiernos.”

“Como apunta Fraser (1990), este y otros ejemplos destacan el hecho de que, si bien los movimientos sociales tienen pocos miembros involucradas en sus fases iniciales, entienden que hacen parte de un sector ciudadano potencialmente más amplio, con el cual, a pesar de ser indeterminado o anónimo, comparten valores.”

El problema de la obesidad infantil es un asunto público que requiere una respuesta social organizada a través de la implementación de políticas por parte del Estado. Los argumentos que nos soportan tienen una fuerte evidencia científica y una justificación ética robusta.    

No podemos desfallecer. Como decía mi abuelo: “el camino será largo y culebrero”.


* Los párrafos del libro “Democracia deliberativa y salud pública” fueron incluidos en esta nota con la autorización de la Editorial Javeriana. Las personas interesadas en el libro pueden adquirirlo en la Tienda Javeriana o en la librería Lerner. La versión digital en Kindle estará disponible en los próximos meses.

Referencias

Cohen, J. (2009). Philosophy, politics, democracy: Selected essays. Cambridge:
Harvard University Press.

Fraser, N. (1990). Rethinking the public sphere: A contribution to the critique
of actually existing democracy. Social Text, 25/26, 56-80.

Gómez LF. (2017). Democracia deliberativa y salud pública. Bogotá: Editorial Javeriana.

Nozick R. (1974). Anarchy, state and utopia. Philadelphia: Basic Books.